viernes, agosto 06, 2004

La vergüenza de nuestro Silencio Nuclear

Para nosotros, los habitantes occidentales a los que esta bola llamada Tierra nos pertenece, los días 6 y 9 de agosto son fechas perdidas en el calendario donde expresar nuestra orgía veraniega de sol, playa, montaña, viajes,...

Sin embargo, a nuestra cultura de masas escapa que hace ya 59 años el hombre asistió al acto más horrendo y cruel jamás realizado. Dos bombas (de esas atómicas) hicieron desaparecer en cuestión de segundos las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. El dolor de los miles y miles de afectados (casi cerca de un millón) se elevó hacia el cielo para exparcir nuestra vergüenza por el universo.

A nosotros, seres indiferentes por cultura que no por natura, nos gusta ahora consolarnos y ocultar nuestra bajeza. Lindezas del tipo de "Gracias a eso se acabó la guerra y se salvó la vida de millares de bravos soldados americanos -la de los japos no importaba"; "Asistimos a los graves efectos de estas armas y su recuerdo ha supuesto un freno para posteriores situaciones de grave tensión política y militar";......

Todo ello y mucho otro, no hace sino ocultar nuesta incapacidad para entendernos; nuestras dificultades para elevar al rango supremo los valores de la palabra y la justicia; los intereses político-sociales-económicos que día a día coartan el desarrollo de nuestras sociedades;..... pero ante todo, la verdadera mediocridad de todos nuestros responsables políticos.

Me niego a sentirme representado en esa imagen de libertad (concedida que no lograda), a lomos de las 2 bombas nucleares, que nos venden en los media. Ni estoy, ni quiero estar junto a los que tiraron las bombas. Ni estoy, ni quiero estar con los que defendían Japón esos días. Yo estoy, y quiero estar, con los otros que guardaron silencio y sintieron vergüenza, pero que ante todo ni ganaron ni perdieron esa guerra.